El divertido viernes de Dolores en las calles de Santiago de Compostela


¡Hola, papá. Cómo va todo. Espero que bien. Yo sigo con bastantes molestias a nivel corporal, aunque insisto, las que lo tienen una cura real son las del alma.

Ha amanecido un día espléndido en este viernes de Dolores. Esta tarde saldrá la primera procesión de la Semana Santa, que hace ya unos cuantos años vimos los dos en Santiago de Compostela.

Fue un encuentro inesperado de regreso al hotel. Recuerdo que íbamos los dos, como si de la mano, cuando vimos aparecer a unos capuchones con el paso. Venían tan tranquilos haciendo su recorrido. Nos quedamos a verlo mientras que del cielo empezaron a caer unas gotas enormes de agua. Parecía que se hubiera abierto en ese momento.

Comenzaron a correr despavoridos. Y tú y yo alucinando. Te reías tanto después de ver una imagen tan surrealista, que realmente mereció la pena aguantar ese rato empapados bajo los soportales.

Qué bonita ciudad, qué hermosa experiencia y qué gratos recuerdos de ese viaje en el que abracé fuertemente al santo para pedirle un deseo que me cumplió de inmediato.

Lo que pedí quedó entre tu y yo. Mejor. Esos pequeños secretos entre padres e hijos. Qué momento de risa. Igualitos que los de ahora. No veas las ganas que tengo de volver a Santiago una vez más. Espero que sea pronto. Esta ciudad me atosiga, pero bueno. No pasa nada. Es normal. Acostumbrada a la buena vida, cualquier cosa se me queda pequeña.

Hoy es tarde de motos. Me hubiera pedido una pizza y me hubiera quedado en casa viéndolas tan a gusto, pero no sé si me va a dar tiempo a hacerlo ya.

Cuando estábamos los tres, era uno de mis planes favoritos. Así que nada, peque. Te dejo por hoy. Cuídate mucho y cuida de mi princesa. Os quiero ❤️