¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. En casita. Madrugando mucho en esta jornada de Santa Ana, patrona de Candelario.

Recuerdo que cuando empecé mi carrera de periodista, allá por 1994, nos fuimos los tres hasta allí a cubrir la información de una novillada.
No sé si fue la segunda o la tercera crónica que escribía. Y allí, en la terraza de la entrada de la villa estaba nuestro amigo Alfonso Hortal, ‘don Lance’, maestro de las letras, plácidamente sentado, tomando un cafetito, esperando a que llegara la hora para que diera inicio el festejo. Yo iba nerviosa, con vosotros dos dándome ánimos para que me saliera bien la crónica.
Lo normal. Era una estudiante de segundo de periodismo que necesitaba apoyo y ánimo.
‘Don Lance’ era sabio. Lo estoy viendo sentado en la terraza del bar. Con su aspecto serio, su bastón y su amabilidad.
Lo tenía casi todo. Buena pluma, buen talante y excepcional carácter.
Al final llegué a La Gaceta y conseguí hacer mi crítica. Al final, por la dureza de mis escritos, me terminaron llamando ‘La Navalona’ un nombre que me ponía bastante nerviosa de hecho. No me gustaba nada.
Prefería oírte decir truchilla. Mi frase favorita. Nunca encontraste ninguna manera mejor de llamarme. Además, solo tú, tenías ese privilegio, porque mamá me solía llamar Patri, a secas.
En fin, peque. Te dejo por hoy. Eso sí, enviando mis felicitaciones a todas las Ana. Bueno, pituco. ¡Cuídate mucho y cuida de mi princesa! ¡Os quiero! ❤️