Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. En casa. Todo tranquilo. Hace un día un poco extraño para ser abril ya.
Hay días que cuesta escribir un poco más de lo normal. Y hoy es uno de esos días raros en los que la inspiración está mermada.
No me digas la razón. Creo que se acerca el Día de la Madre y el cumpleaños de mi princesa.
Hace ya unos cuantos años estaba ingresada en Los Montalvos. Menudo trajín. Para arriba y para abajo todo el rato. Pero bueno. Entonces pensabas que todos los males eran esos.
A la pobre mamá le ponían conejo para comer. Y yo pensaba: «Qué estómago». La tuvieron a raya unos cuantos días, pero se recuperó.
Cuando salió, como era ella, recuerdo que me dijo que quería una tarta capuchina y un hornazo. ¡Qué rico te supo todo! Eras una galga de cuidado.
Aún me veo trayendo el pastel. Tenía mucho almíbar y me puso las botas pingando. Y el bolso y el suelo de casa. Luego a coger la fregona y recoger todo. Madre mía. Las que liábamos. Y qué divertido era.
Hoy pienso que al final eso fue lo mejor que pudimos hacer. Celebrar la vida y estar juntas ese día en que volviste a casa.
Al final nunca aprecié bastante lo que suponía que volvieráis a casa después de largas temporadas en los hospitales hasta que llegó el día en que entré aquí y ya no estabáis ninguno de los dos.
Pero que sepáis, si os sirve de consuelo, que os llevo en mi cabeza y en mi corazón desde que me levanto hasta que me acuesto.
Bueno, pituco. Te dejo por hoy. ¡Cuídate mucho y cuida de mi princesa! ¡Os quiero! ❤️