¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. En casa. Hace un día bastante desapacible. Poco propio de esta época del año. Me gustan más los días de sol, calor y luz, pero bueno. No queda otra que salir con paraguas y disfrutar lo que se pueda de este día.
¿Has visto la foto? Es la fuente de la Puerta Zamora. Al pasar por allí me vino una imagen. La de hace unos años, unos cuantos, la verdad.
Había ganado un trofeo importante la Unión Deportiva y nos bajamos allí a brincar. Menudas risas nos echamos.
Estoy viendo la imagen. Los tres saltando como niños. Ni tan siquiera nos gustaba, pero era una excusa perfecta para llegar tarde a casa.
Siempre aterrizábamos a las tantas. Y tan felices. Cuando he pasado estaba vacía, prácticamente. Era temprano, pero ahora todo es distinto.
Hoy es Viernes Santo. A estas horas estaríamos ‘fuera de cobertura’ después de venir de las procesiones de la madrugada.
Lo único que he hecho igual, es tomar un churro para desayunar. Y qué rico estaba, peque. En jornadas como ésta nada mejor que un pequeño capricho culinario.
Antaño, antes de que se reunieran los pasos en la Plaza Mayor, solíamos ir a un pequeño establecimiento donde hacían churros recientes y comprábamos un cucurucho para pasar el rato de la forma más amena posible.
Luego, antes de llegar a casa, desayunábamos en el Toscano y al subir nos enroscábamos en la cama hasta la hora de comer.
Como verás, he hecho un refrito de ideas en unas cuantas líneas. De fútbol a procesiones. Casi nada. ¿Verdad?
Bueno, pituco. Te dejo por hoy. Cuídate mucho y cuida de mi princesa. ¡Os quiero! ❤️