¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. En casa. Hoy es 30 de marzo ya. Hoy me he levantado un poco más tarde. A estas horas estoy un poco dormida aún, pero bueno. No pasa nada.
Ahora toca un rico desayuno y listo. Aquí te traigo a don Miguel de Cervantes. Es la inscripción que hay en la Plaza Mayor.
Y siempre te recuerdo leyendo ese libro en la playa, relajado, escuchando las olas del mar.
Fíjate que era largo y complejo, pero bueno. No pasa nada. Era una de tus lecturas obligadas. Podías pasar horas sentado plácidamente una roca.
Parece que te estoy viendo. Completamente concentrado, sonrisueño, feliz. Como eras tú peque.
No creo que nada te hiciera más feliz que pasar el tiempo con tus ‘amigos’ literatos. Y cuando digo pasar el tiempo no eran minutos. Eran horas y horas de risas con las locuras del caballero de la triste figura y sus desventuras con su amigo Sancho Panza. Vaya par de dos.
Y luego la entrañable Dulcinea. Cuando lo hicieron serie de dibujos animados, los veríamos siempre a mediodía. Aún recuerdo la melodía. Qué divertida.
La verdad es que cuanto más tarde escribo, más me cuesta hacerlo, pero bueno. No pasa nada. Al final siempre sale un texto. Unas veces más hermoso y otras menos, pero bueno.
Ahora mismo tengo tantas imágenes en mi cabeza, que al final he optado por una que no tiene mayor trascendencia. Solo que veas que tu admirado Cervantes sigue teniendo su recuerdo en el ágora salmantino.
Bueno, pituco. Te dejo por hoy. ¡Cuídate mucho y cuida de mi princesa! ¡Os quiero! ❤️