¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Yo bien. Dibujando corazones en la arena, junto al mar. Y sumergiendo mis pies en las gélidas aguas del cantábrico.
Hace fresco a estas horas de la mañana, pero el sol empieza a calentar y nos regala amaneceres maravillosos.
Solo tienes que cerrar los ojos y disfrutar del olor a sal, del relajante sonido de las olas, de ver a los niños corriendo para empezar su clase de surf.
Y mientras escribo esto, pienso si voy a ser valiente y me voy a meter en el agua. Ganas no me faltan, desde luego, aunque creo que la salida estará peor.
Qué tendrán el sol, la brisa y el mar para hechizarme de esa manera. Tengo la sensación de que podría estar en alguna playa durante todos los días de mi vida.
Aquí me siento libre. Y dejo que mi cara se llene de pecas, mis piernas apenas las siento por el frío del agua.
Pasa por mi lado un señor con una cazadora azul. Lo miro y no puedo evitar acordarme de ti. Transmite la misma ternura.
Hace dos años me embarcaba en la mayor aventura de mi vida. Viajar sola a Australia. Llevaba una camiseta que ponía ‘Make it happen’, una de mis frases favoritas.
Me quedaban 36 horas para llegar a mi paraiso, pero llevo el corazón partido, porque sabía que no estabas bien y que quizás te hacía más falta a tu lado.
Es cierto que cada uno de los días que pasé allí contaron. No desperdicié ni un segundo. Sabiendo, quizás, que sería la primera y la última vez en volver.
Ahora toca aceptar la nueva realidad, la de las distancias, las mascarillas y los geles hidroalcohólicos. Y cuesta, peque.
Me hubiera gustado verte en esta situación, pero pienso que también te afectaría bastante al carácter. Al fin y al cabo, somos bastante parecidos en muchas cosas. Y me siento agradecida y afortunada por ello.
Bueno, pituco. Te dejo por hoy. Me quedo escuchando esta banda sonora que la naturaleza nos regala algunos días.
¡Cuídate mucho y cuida de mi princesa! ¡Os quiero! ❤️