¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Espero que bien. No lo espero. Lo siento. Vengo como cada día de limpiar mi apartamento, así que te puedes imaginar las ganas que tengo de pillar una ducha bien fría.
Esas que tan poco te gustaban y que siempre te reiteraba que eran excelentes para la circulación.
Hoy, por fin, he logrado hablar con Marian, de Deba. Se han alegrado mucho del ‘nacimiento’ de tu próximo hijo literario, pero no podrán estar con nosotros en una velada tan especial.
¿Sabes de qué me he acordado hoy? De tus melocotones de Calanda. En la frutería ya son la pieza estrella en las estanterías y ya están alcanzando su máximo esplendor.
Hace 3 años por estas fechas llevabas ya 24 días ingresado. Con la porquería que suelen dar a los enfermos en el hospital, optamos por llevarte bocadillos de jamón ibérico del Gran Vía, que te preparaba con tanto cariño tu amiga Carmen, melocotones y tomates de la tierra.
Mano de santo. No había bacteria con la que no terminaran. ¡Lo que te podía gustar un tomatito con sal y un chorro de aceite a cualquier hora del día!
Cada vez que los veo imagino tu cara saboreando ese ‘manjar de dioses’, como tú decías.
A estas alturas del siglo XXI seguimos con la memoria histórica. Lógicamente es un episodio trágico en el país y al Rey emérito le operan mañana del corazón. Ya te contaré cómo va todo.
Me pongo con mis ruedas, que sale a pista Valentino Rossi. Cuídate mucho, mi vida. ¡Te quiero, papá! ❤️